A una semana que comenzar un viaje, mucha gente me pregunta “por qué te vas a…”. Me parece que la respuesta puede tener miga y puede no ser tan evidente, así que voy a animarme a escribir unas líneas con el ánimo de compartir con todos lo que para mi es natural.
Ya que me animo a escribir, voy a hacer un par de comentarios previos.
Los viajes no empiezan el día en el que dejas de ir a trabajar o el día que coges el vuelo. El viaje, al menos en mi caso, comienza el día en el que compras los billetes. En ese momento comienza a fraguarse lo que hasta entonces era una utopía. Los destinos que viste en fotos; aquéllos artículos que leíste en la wikipedia; las historias de la Lonely Planet; los comentarios de aquél foro. Tu curiosidad aumenta, te fijas en matices que antes habías pasado por alto, pasas horas en wikipedia y a golpe de click de pierdes en curiosidades, anotaciones y referencias que jamás pensaste que existieran o te interesaran. Ahí está la magia, pasaban desapercibidas porque no lo conocías y no lo podías imaginar. La Lonely Planet te parece insuficiente y acabas metido en sus foros, calculando distancias a vuelo de pájaro, en bus, taxi o cualquier otro medio de transporte. Te pones en contacto con españoles de allí, te descargas mapas antiguos y husmeas los mapas de Google ante cualquier espera. Te compras -en ocasiones alguién que te conoce bien te regala- un libro o novela que transcurre allá donde vas, descargas cine autóctono, revisas premios nobel, deportistas y celebridades. Y por último, revisas su lengua y te haces un cuadernillo con las 15 frases que te pueden salvar el culo en un mal momento. Para entonces la maravilla del viajar ya ha comenzado. Poco a poco, conformas una primera espectativa, un primer telar, un a priori,
Que el vuelo salga el día 28 y que, tras varias escalas, tenga como destino final Irán es parte fundamental de esta historia. Relativicemos la situación, donde ahora es Irán, antes fue Siria, Marruecos, Turquía, Finlandia, Estonia y un pequeño largo etcétera de rincones escudriñados.
Motivos por los cuales viajaré a Irán con una mochila y con ella.
- Porque pese a la creencia común, la gente que puebla este mundo es, por lo general, buena
Y esto se cumple a lo largo y ancho del globo.
Me apetece muchísimo conocer a parte de esa gente, interrumpirle su rutina o simplemente contemplarla o inmortalizarla desde detrás de un objetivo. Estos viajes son como esas botellas de arena de distintos colores, a base de pateos, fronteras, experiencias y discusiones, haces estratos en la arena y ese bote acaba depositándose en la memoria.
- Porque viajar es la única manera de “conocer mundo“.
Toda la vida escuchándolo, y resulta que tenían razón: Hay que conocer mundo.
Pero hay que conocer TODO el mundo, esa es mi humilde condición.
- Porque todo mi equipaje cabe en una única mochila.
- Porque no es inseguro aunque sea desconocido.
Recuerdo en Edirne -oeste de Turquía, casi frontera con Bulgaria-, una tarde de Octubre del 2009, salimos de la ciudad para visitar un museo que había en las afueras en recuerdo del primer psiquiátrico que se construyó en el mundo, allá por el siglo XV. El camino era un poco más largo de lo esperado, y aunque pudimos coger un taxi, decidimos alejarnos del centro a pata, atravesar un barrio entre el centro y las afueras, cruzar el rio y llegar al recinto del antiguo hospital. En aquél momento, pensé que estábamos en el culo del mundo y mientras andábamos por calles mal asfaltadas, edificios derruidos o a medio construir, fachadas sin pintar, animales sueltos desnutridos, parabólicas oxidadas, sentí miedo por lo desconocido. Al final de la partida, lo desconocido me enseñó que tenía mucho más que enseñarme de lo que yo había imaginado, y para restregarme mi predisposición negativa, el desconocido, nos invitó a formar parte de la charla con sus amigos, mandó que nos pusieran chai, y cogiéndome la mano con ademán entrañable hizo de ese momento, un recuerdo inolvidable. Nunca dejes de ser amable con un desconocido.
- Porque no hay nada escrito.
Cualquiera que me conozca, sabe que me encanta tener la situación bajo control: saber la hora del cine, saber cómo llegar, saber en qué está destinado cada recurso en cada momento. Sin embargo, a lo largo del tiempo, he descubierto que disfruto también cuando la situación está en el filo. Disfruto interactuando en una situación que no puedes controlar al 100% y que solo puedes controlar “lo suficiente”. En ese indescriptible margen, donde por cierto, está el emprendedurismo de verdad, están también estos viajes. No tengo contratado alojamiento con anterioridad en ninguna de las ciudades que quiero visitar, ni tengo idea alguna de cómo me desplazaré finalmente dentro del país, ni cuántos días estaré donde. Es más, todavía no tengo el visado* entre mis manos y quien sabe si todo el esfuerzo será suficiente para entrar a un país donde el día a día no es amistoso y las fronteras son muros tan infranqueables, como aparentemente sobornables.
*Sobre la epopeya del visado, juro que escribiré otro post.
Desde el filo las vistas son acojonantes (acojonante en castellano significa tres cosas a la vez: de miedo, de risa, extraordinario) y sí, las vistas tienen un poco de cada.
- Porqué las cosas que no comprendemos, tienen su punto.
Verano del 66, me imagino a la madre de una sueca recriminándole a su hija de 20 años por qué iba a pasar sus vacaciones a la ultra-religiosa-y-dictatorial España. ¿Qué le respondió la sueca a su progenitora?
Salvando las distancias, espero que esto no degenere en un género cinematográfico de europeos frikis que viajaban a Irán en los 2010.
- Porque viajar es el mejor medio para comprender lo que nos rodea, que es necesario para cambiar el mundo, que es el fin de todo nerd.
Zoroástricos, chiíes, ayatolás, shahs, Mahdi, Zaratustra, mulás, centrifugadoras, revolución islámica, Mousavi, hijab, primavera árabe. A lo mejor no quieren hablar con un par de españolitos pegados a una mochila, pero lo vamos a intentar.
Si aun así, eres capaz de temer por adelantado, sé justo y disfruta por lo desconocido.