This is Kurdistan

El 23 de octubre del año 2011 la región del Lago de Van, situada al este de Turquía, sufrió un enorme terremoto. Nuestro vuelo llegaba allí el 31, para entonces la cifra de muertos alcanzaba 573, la de heridos casi los 2600. Van es la ciudad situada más al este de Turquía, a apenas 75 km a vuelo de pájaro de la frontera con Irán. Van está tan alejado del bullicio de Istanbul como de la burocracia de Ankara.

Algunos escribieron, no recuerdo dónde, que entre los lagos de Van y de Urmia (Orumiya trascrito del farsi) tuvo lugar el primer granero del mundo y de ahí que otros dijeran que en la zona se inició la agricultura moderna, pero de eso hace mucho tiempo, antes de los egipcios y de mesopotamia. Someter la tierra para que nos diera alimento ayudó a abandonar el nomadismo, como resultado, el ser humano formó sociedades complejas y creó un arraigo sobre el terreno que pisaba. Por otro lado, algunas fuentes aseguran que ciertas referencias naturales que aparecen en la Biblia ubican el Edén no muy lejos de la zona. Con estos antecedentes, nuestra mochila parecía caminar sola hacia la zona.

El análisis en caliente nos llevó a pensar que deberíamos cancelar nuestros planes de viaje y sustituirlo por unas semanas de labor humanitaria en Van, ¿por qué no? Sin embargo, la dureza de la realidad nos hizo darnos cuenta de que dos personas, sin experiencia en catástrofes, sin el dominio del idioma de la zona y sin conocimientos de medicina. Poco podían hacer ante una situación, donde apremiaban psicólogos, médicos, enfermeros, ingenieros de caminos y arquitectos. También nos llamaron la atención algunas noticias sobre la suficiencia de Turquía para afrontar la situación.

El análisis pausado y frío indicaba que dada la circunstancia, si no puedes ayudar, tampoco debes estar.

Nada más llegar a Van, desde el mismo aeropuerto, ya nos dimos cuenta de que no era una ciudad que nos fuera a acoger varios días. El cielo estaba encapotado, la temperatura bajísima. Ante la escasez (monopolio) de varios taxistas, unos chavales se ofrecieron a llevarnos a la “estación” de “autobuses” desde el mismo aeropuerto. No nos dejaron pagarles por el trayecto, no nos parecío mal, a cambio comisionaron el billete de autobús que debíamos coger hasta la frontera de Irán. Todo muy turco, todo muy natural.

El conductor y un amigo
El conductor del Van – Yuksekova y un amigo

El “autobús” era una “van”, valga la redundancia. Con este anglicismo nombran en Turquía a las furgonetas o minibuses de hasta 12 personas, tres personas por tres filas, más piloto y dos copilotos. En Istanbul a ese medio de transporte local lo llaman dolmuç y es muy económico y recomendable. Esas vans por las que no darías un duro, fueron primeras marcas hace decenios en el primer mundo y ahora en una inmerecida segunda vida, han sido revendidas y son clave en el transporte e interconexión de algunas de las zonas más pobres del mundo. Las hemos visto uniendo poblados menores en Siria, este de Turquía y Bolivia. Lo que para algunos es basura, para otros es un medio de transporte válido. La parte oculta del plan renove.

La "estación" de "autobuses"
La “estación” de “autobuses” de Van

Las vans, como la mayoría de taxis, son compartidos. Los conductores se esperan, con paciencia infinita, hasta que se llenan los doce asientos. Durante la espera, el minibús se detuvo en una calle que parecía céntrica. Por la calle paseaban pequeñas grúas y máquinas quitaescombros, todo parecía indicar que esa calle había sufrido los efectos del terremoto. Era buen momento para comprar algo de comer, solo dios sabía cuando iba a terminar ese día. Encontré un kebap. Con mi modestísimo turco le pedí comida, carne de ternera, muy especiada, cocinada en horno vertical. El chico, de unos 18, no me entendía. Insistí, -mi turco era básico pero correcto- sin embargo, no había comunicación. Tras explicarle que era español y que ni era del Real Madrid, ni del F.C.Barcelona, su sonrisa me invitó a insistir. Saqué papel y boli y escribí mis dudas, el chico tachó mis palabras y las corrigió ligeramente. Cuando acabó me dijo “this is not Turkey, this is Kurdistan”.

Llegar a Irán por la frontera sur de Turquía, también conocida como la frontera de  Esserum (o Sero transcrito de farsi), es una pequeña locura. No hay autobús o tren que cruce la frontera, así que toca cruzarla andando y rezar por encontrar algo al otro lado con lo que llegar a la ciudad más cercana. No es una frontera accesible, el pueblo más cercano es Yuksekova (60.000 habitantes), a unos 40 km. El camino desde Van, son varias horas en furgoneta y hay que cruzar puertos de montaña de más de 3000 metros de altura. Desde Yuksekova a la frontera, la carretera es un infierno donde se alternan trozos de grava con zonas estrechas. Solo se puede hacer en taxi o en algún camión de mercancías (que como recordando antiguas rutas comerciales, no son pocos los que la cruzan a diario).

La van llamada "luna rota"
“Luna rota” fue bautizada la van

El estado en el que Turquía conserva esa última carretera antes de la frontera es un insulto al país vecino, Irán. Como nos demostró el tiempo, es una manera de menospreciar también a la población autóctona, que por lo general, se siente más kurda que turca. Supongo que es una especie de arancel transparente, cualquiera con dos dedos de frente, preferirá la frontera norte.

Guardo una anécdota curiosa, de este día. Estábamos saliendo de Van, ya repleta de 12 pasajeros. En la van venía un chico joven, menos de 25. Tenía la pierna rota. Su madre y su padre, muy envejecidos, le acompañaban. Venían del médico y volvían a casa, se habían desplazado 200km (unas 4 horas) para ir al médico. No hablaban inglés, nosotros no hablábamos su idioma. Intercambiamos la mirada, él sonrió, yo miré la pierna, le miré a él y asentí. La madre, nos ofreció fruta, al rato nos ofreció chicles, por educación aceptamos el chicle. Fue el pedazo de goma de mascar más insípido que me he llevado a la boca jamás. No sabía a nada y era duro, y a la vez era un capricho, un lujo que habían compartido conmigo. A las horas, hicimos una parada, entre montañas nevadas, el frío era insoportable, yo perdía el tiempo haciéndome entender con el chico cojo, mientras Jenifer buscaba un baño. La madre, sin preguntar, trajo té para todos y al fin, entramos en calor.

Horas después habíamos llegado a la frontera y esa noche dormimos en Urmia. Ya en Irán. No volveríamos a Van hasta unas semanas después, prometo hacer un post de la vuelta a Van.

Venía de Van, del médico
Él venía de Van, del médico

 

Jenifer heladita
Solo un té pudo aplacar el frío.
Van a Yüksekova
Van a Yüksekova

Por qué hacemos lo que hacemos…

A una semana que comenzar un viaje, mucha gente me pregunta “por qué te vas a…”. Me parece que la respuesta puede tener miga y puede no ser tan evidente, así que voy a animarme a escribir unas líneas con el ánimo de compartir con todos lo que para mi es natural.

Ya que me animo a escribir, voy a hacer un par de comentarios previos.

Los viajes no empiezan el día en el que dejas de ir a trabajar o el día que coges el vuelo. El viaje, al menos en mi caso, comienza el día en el que compras los billetes. En ese momento comienza a fraguarse lo que hasta entonces era una utopía. Los destinos que viste en fotos; aquéllos artículos que leíste en la wikipedia; las historias de la Lonely Planet; los comentarios de aquél foro. Tu curiosidad aumenta, te fijas en matices que antes habías pasado por alto, pasas horas en wikipedia y a golpe de click de pierdes en curiosidades, anotaciones y referencias que jamás pensaste que existieran o te interesaran. Ahí está la magia, pasaban desapercibidas porque no lo conocías y no lo podías imaginar. La Lonely Planet te parece insuficiente y acabas metido en sus foros, calculando distancias a vuelo de pájaro, en bus, taxi o cualquier otro medio de transporte. Te pones en contacto con españoles de allí, te descargas mapas antiguos y husmeas los mapas de Google ante cualquier espera. Te compras -en ocasiones alguién que te conoce bien te regala- un libro o novela que transcurre allá donde vas, descargas cine autóctono, revisas premios nobel, deportistas y celebridades. Y por último, revisas su lengua y te haces un cuadernillo con las 15 frases que te pueden salvar el culo en un mal momento. Para entonces la maravilla del viajar ya ha comenzado. Poco a poco, conformas una primera espectativa, un primer telar, un a priori,

Que el vuelo salga el día 28 y que, tras varias escalas, tenga como destino final Irán es parte fundamental de esta historia. Relativicemos la situación, donde ahora es Irán, antes fue Siria, Marruecos, Turquía, Finlandia, Estonia y un pequeño largo etcétera de rincones escudriñados.

Motivos por los cuales viajaré a Irán con una mochila y con ella.

  • Porque pese a la creencia común, la gente que puebla este mundo es, por lo general, buena

Y esto se cumple a lo largo y ancho del globo.
Me apetece muchísimo conocer a parte de esa gente, interrumpirle su rutina o simplemente contemplarla o inmortalizarla desde detrás de un objetivo. Estos viajes son como esas botellas de arena de distintos colores, a base de pateos, fronteras, experiencias y discusiones, haces estratos en la arena y ese bote acaba depositándose en la memoria.

  • Porque viajar es la única manera de “conocer mundo“.

Toda la vida escuchándolo, y resulta que tenían razón: Hay que conocer mundo.
Pero hay que conocer TODO el mundo, esa es mi humilde condición.

  • Porque todo mi equipaje cabe en una única mochila.
Y cada vez que lo pienso, me produce una tranquilidad enorme. En casa se quedan las responsabilidades adquiridas para llegar a fin de mes (toma eufemismo). Las prisas por llegar a tiempo, a hora de, los plazos… por unos días, voy a enfrentarme a otros problemas y si pierdo este tren, mañana pasará otro, o existirá un autobús, o aparecerá un amable conductor que tiene ganas de practicar las nociones de español que aprendió en un viaje, cuando los tiempos eran otros.

  • Porque no es inseguro aunque sea desconocido.

Recuerdo en Edirne -oeste de Turquía, casi frontera con Bulgaria-, una tarde de Octubre del 2009, salimos de la ciudad para visitar un museo que había en las afueras en recuerdo del primer psiquiátrico que se construyó en el mundo, allá por el siglo XV. El camino era un poco más largo de lo esperado, y aunque pudimos coger un taxi, decidimos alejarnos del centro a pata, atravesar un barrio entre el centro y las afueras, cruzar el rio y llegar al recinto del antiguo hospital. En aquél momento, pensé que estábamos en el culo del mundo y mientras andábamos por calles mal asfaltadas, edificios derruidos o a medio construir, fachadas sin pintar, animales sueltos desnutridos, parabólicas oxidadas, sentí miedo por lo desconocido. Al final de la partida, lo desconocido me enseñó que tenía mucho más que enseñarme de lo que yo había imaginado, y para restregarme mi predisposición negativa, el desconocido, nos invitó a formar parte de la charla con sus amigos, mandó que nos pusieran chai, y cogiéndome la mano con ademán entrañable hizo de ese momento, un recuerdo inolvidable. Nunca dejes de ser amable con un desconocido.

  • Porque no hay nada escrito.

Cualquiera que me conozca, sabe que me encanta tener la situación bajo control: saber la hora del cine, saber cómo llegar, saber en qué está destinado cada recurso en cada momento. Sin embargo, a lo largo del tiempo, he descubierto que disfruto también cuando la situación está en el filo. Disfruto interactuando en una situación que no puedes controlar al 100% y que solo puedes controlar “lo suficiente”. En ese indescriptible margen, donde por cierto, está el emprendedurismo de verdad, están también estos viajes. No tengo contratado alojamiento con anterioridad en ninguna de las ciudades que quiero visitar, ni tengo idea alguna de cómo me desplazaré finalmente dentro del país, ni cuántos días estaré donde. Es más, todavía no tengo el visado* entre mis manos y quien sabe si todo el esfuerzo será suficiente para entrar a un país donde el día a día no es amistoso y las fronteras son muros tan infranqueables, como aparentemente sobornables.

*Sobre la epopeya del visado, juro que escribiré otro post.

Desde el filo las vistas son acojonantes (acojonante en castellano significa tres cosas a la vez: de miedo, de risa, extraordinario) y sí, las vistas tienen un poco de cada.

  • Porqué las cosas que no comprendemos, tienen su punto.

Verano del 66, me imagino a la madre de una sueca recriminándole a su hija de 20 años por qué iba a pasar sus vacaciones a la ultra-religiosa-y-dictatorial España. ¿Qué le respondió la sueca a su progenitora?
Salvando las distancias, espero que esto no degenere en un género cinematográfico de europeos frikis que viajaban a Irán en los 2010.

  • Porque viajar es el mejor medio para comprender lo que nos rodea, que es necesario para cambiar el mundo, que es el fin de todo nerd.

Zoroástricos, chiíes, ayatolás, shahs, Mahdi, Zaratustra, mulás, centrifugadoras, revolución islámica, Mousavi, hijab, primavera árabe. A lo mejor no quieren hablar con un par de españolitos pegados a una mochila, pero lo vamos a intentar.

 

Si aun así, eres capaz de temer por adelantado, sé justo y disfruta por lo desconocido.