Esta semana hace un año que comenzó mi último viaje, Brasil. Las personas, anécdotas e historias que se cruzaron con nosotros en los tres meses que estuve en Sudamérica se cuentan por centenares. De entre ellas hoy rescato a una muy especial, “o estadista”. Continue reading “O estadista”
Vuelta
28 de Abril, llueve en Valencia. El clima se parece al que ya hace un par de meses dejé en Inglaterra. Frío áspero y humedad hasta el maltrato. Te cala y te jode la tarde.
Yo, Ella y nuestras circunstancias decidimos unilateralmente volvernos a la península ibérica por tiempo indefinido, males mayores que atender. Durante estos meses no he tenido ganas, ni fuerzas para detallar, y qué narices, sigo sin ganas.
Volveremos a hacer un viaje de sólo ida, creo que es lo único que tengo claro. Hasta entonces será más fácil encontrarme en blablacar que en twitter, el blog lo tengo desechado y olvidado. Siempre de un lado para otro, Valladolid-Madrid-Valencia y viceversa. No tener dónde pasar un domingo por la tarde no es suficiente motivo para la desilusión.
Lo dicho, que hemos vuelto, pero volveremos.
La marcha
El hecho
Nunca supe cuándo llegaría el momento. Ahora sé que el día de mi marcha es el 12 de Febrero.
Muy a mi pesar, no podré ser miembro de la Royal Society en el Londres de la gran plaga, ni ingeniero en la Amsterdam de los diques, alquimista en una feria prohibida, ni comerciante genovés, escriba de Alejandro Magno, marino en Manila, ni cura en Veracruz. Pica piedras en Potosí, miembro de la corte de cualquier Luis francés, agente secreto en Irán, ni arquitecto en Estambul. Lawrence de Arabia, Rey de Abisinia, kurdo en el kurdistán, Zenobia, ni tampoco Constantino en el IV.
Programador en los comienzos de Internet, emprendedor y emigrante en 2013.
Durante febrero con una maleta y un portátil cogeré un vuelo de ida para Sheffield, Inglaterra. Allí residiré por tiempo indeterminado, -no se pregunten más, que ni yo lo sé-.
Tras más de 5 meses de inecuación, podremos al fin volver a ser dos y dejar de ser uno más uno, a cada lado del canal de la Mancha.
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Lo que abandonas
Aunque la intención de marcharnos se remonta 6 años atrás, hace sólo varios meses que tomamos la decisión. Desde entonces miro a los ojos de los más cercanos buscando un “algo” que ocupe el vacío que sé que voy a provocar. Sabiendo que las sensaciones son recíprocas. El suyo es un vacío parecido pero diferente al mio. El que se va, el que se queda. Teniendo claro que soy yo quien lo provoca, sabiendo que no hay alternativa. Esta huida hacia adelante es un abandono de muchas cosas, y a diario me cuestiono… una ecuación que no tiene solución.
A los que siempre andaron y andarán orbitando cerca de mi. Desde hace meses cada instante con ellos ha sido un reconocimiento silencioso a su mimo, a su cariño. Un préstamo me han concendido de nostalgia y de reconocimiento.
A los inertes, con los que he compartido tanto tiempo. Allí donde vaya tendré que volver a encontrar esos rincones perdidos, esos camareros reflexivos, esos “te pongo lo de siempre, no?”. Esas terrazas del Carmen, el contexto de una gran parte mi vida. Fraguas de reflexiones que me han hecho como soy, donde pasé la nostalgia, donde escribí tantas líneas como estas, de sueños, de viajes y de posibles futuros como el que ahora acontece.
La nostalgia es un plato que se sirve desde lejos. Sin embargo, parece que ya he probado bocado y todavía sigo aquí.
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La incógnita
Si algo he aprendido de los viajes y de la historia es que el mundo siempre ha sido vil y traidor con alguien. Y va a seguir siendo así. No me voy a un lugar que no sea así. No busco justicia, ni dinero, ni esperanza para la clase media, ni busco el bienestar que aquí no encuentro. Tampoco busco forzar un “mirar para otro lado”. Solo quiero andar mi camino y acompañado de ella, adornarlo como nos gusta. Ese será nuestro legado.
Intentaré, eso sí, eliminarme este constante sabor de boca amargo, esta indignación indignada. Con la asertividad y la frialdad necesaria para que no me pase desapercibido, pero adquiriendo perspectiva y no olvidando el foco.
Gracias a todos.
Si eres capaz de temer por adelantado, sé justo y disfruta por lo desconocido.
Crowdfunding – Hospital en Siria
Que la situación en Siria sobrepasa cualquier límite, no es noticia.
Que la comunidad internacional ha vuelto a dejar en evidencia que cuando se lo proponen son inútiles, es un hecho.
Que tú no puedes hacer absolutamente nada, no es cierto.
Colabora. Gota a gota ya se han logrado los primeros objetivos, alcanzar 6.000 y 12.000€ para construir un hospital ortopédico para heridos del conflicto.
Más info en http://goteo.org/project/hospital-in-syria
This is Kurdistan
El 23 de octubre del año 2011 la región del Lago de Van, situada al este de Turquía, sufrió un enorme terremoto. Nuestro vuelo llegaba allí el 31, para entonces la cifra de muertos alcanzaba 573, la de heridos casi los 2600. Van es la ciudad situada más al este de Turquía, a apenas 75 km a vuelo de pájaro de la frontera con Irán. Van está tan alejado del bullicio de Istanbul como de la burocracia de Ankara.
Algunos escribieron, no recuerdo dónde, que entre los lagos de Van y de Urmia (Orumiya trascrito del farsi) tuvo lugar el primer granero del mundo y de ahí que otros dijeran que en la zona se inició la agricultura moderna, pero de eso hace mucho tiempo, antes de los egipcios y de mesopotamia. Someter la tierra para que nos diera alimento ayudó a abandonar el nomadismo, como resultado, el ser humano formó sociedades complejas y creó un arraigo sobre el terreno que pisaba. Por otro lado, algunas fuentes aseguran que ciertas referencias naturales que aparecen en la Biblia ubican el Edén no muy lejos de la zona. Con estos antecedentes, nuestra mochila parecía caminar sola hacia la zona.
El análisis en caliente nos llevó a pensar que deberíamos cancelar nuestros planes de viaje y sustituirlo por unas semanas de labor humanitaria en Van, ¿por qué no? Sin embargo, la dureza de la realidad nos hizo darnos cuenta de que dos personas, sin experiencia en catástrofes, sin el dominio del idioma de la zona y sin conocimientos de medicina. Poco podían hacer ante una situación, donde apremiaban psicólogos, médicos, enfermeros, ingenieros de caminos y arquitectos. También nos llamaron la atención algunas noticias sobre la suficiencia de Turquía para afrontar la situación.
El análisis pausado y frío indicaba que dada la circunstancia, si no puedes ayudar, tampoco debes estar.
Nada más llegar a Van, desde el mismo aeropuerto, ya nos dimos cuenta de que no era una ciudad que nos fuera a acoger varios días. El cielo estaba encapotado, la temperatura bajísima. Ante la escasez (monopolio) de varios taxistas, unos chavales se ofrecieron a llevarnos a la “estación” de “autobuses” desde el mismo aeropuerto. No nos dejaron pagarles por el trayecto, no nos parecío mal, a cambio comisionaron el billete de autobús que debíamos coger hasta la frontera de Irán. Todo muy turco, todo muy natural.
El “autobús” era una “van”, valga la redundancia. Con este anglicismo nombran en Turquía a las furgonetas o minibuses de hasta 12 personas, tres personas por tres filas, más piloto y dos copilotos. En Istanbul a ese medio de transporte local lo llaman dolmuç y es muy económico y recomendable. Esas vans por las que no darías un duro, fueron primeras marcas hace decenios en el primer mundo y ahora en una inmerecida segunda vida, han sido revendidas y son clave en el transporte e interconexión de algunas de las zonas más pobres del mundo. Las hemos visto uniendo poblados menores en Siria, este de Turquía y Bolivia. Lo que para algunos es basura, para otros es un medio de transporte válido. La parte oculta del plan renove.
Las vans, como la mayoría de taxis, son compartidos. Los conductores se esperan, con paciencia infinita, hasta que se llenan los doce asientos. Durante la espera, el minibús se detuvo en una calle que parecía céntrica. Por la calle paseaban pequeñas grúas y máquinas quitaescombros, todo parecía indicar que esa calle había sufrido los efectos del terremoto. Era buen momento para comprar algo de comer, solo dios sabía cuando iba a terminar ese día. Encontré un kebap. Con mi modestísimo turco le pedí comida, carne de ternera, muy especiada, cocinada en horno vertical. El chico, de unos 18, no me entendía. Insistí, -mi turco era básico pero correcto- sin embargo, no había comunicación. Tras explicarle que era español y que ni era del Real Madrid, ni del F.C.Barcelona, su sonrisa me invitó a insistir. Saqué papel y boli y escribí mis dudas, el chico tachó mis palabras y las corrigió ligeramente. Cuando acabó me dijo “this is not Turkey, this is Kurdistan”.
Llegar a Irán por la frontera sur de Turquía, también conocida como la frontera de Esserum (o Sero transcrito de farsi), es una pequeña locura. No hay autobús o tren que cruce la frontera, así que toca cruzarla andando y rezar por encontrar algo al otro lado con lo que llegar a la ciudad más cercana. No es una frontera accesible, el pueblo más cercano es Yuksekova (60.000 habitantes), a unos 40 km. El camino desde Van, son varias horas en furgoneta y hay que cruzar puertos de montaña de más de 3000 metros de altura. Desde Yuksekova a la frontera, la carretera es un infierno donde se alternan trozos de grava con zonas estrechas. Solo se puede hacer en taxi o en algún camión de mercancías (que como recordando antiguas rutas comerciales, no son pocos los que la cruzan a diario).
El estado en el que Turquía conserva esa última carretera antes de la frontera es un insulto al país vecino, Irán. Como nos demostró el tiempo, es una manera de menospreciar también a la población autóctona, que por lo general, se siente más kurda que turca. Supongo que es una especie de arancel transparente, cualquiera con dos dedos de frente, preferirá la frontera norte.
Guardo una anécdota curiosa, de este día. Estábamos saliendo de Van, ya repleta de 12 pasajeros. En la van venía un chico joven, menos de 25. Tenía la pierna rota. Su madre y su padre, muy envejecidos, le acompañaban. Venían del médico y volvían a casa, se habían desplazado 200km (unas 4 horas) para ir al médico. No hablaban inglés, nosotros no hablábamos su idioma. Intercambiamos la mirada, él sonrió, yo miré la pierna, le miré a él y asentí. La madre, nos ofreció fruta, al rato nos ofreció chicles, por educación aceptamos el chicle. Fue el pedazo de goma de mascar más insípido que me he llevado a la boca jamás. No sabía a nada y era duro, y a la vez era un capricho, un lujo que habían compartido conmigo. A las horas, hicimos una parada, entre montañas nevadas, el frío era insoportable, yo perdía el tiempo haciéndome entender con el chico cojo, mientras Jenifer buscaba un baño. La madre, sin preguntar, trajo té para todos y al fin, entramos en calor.
Horas después habíamos llegado a la frontera y esa noche dormimos en Urmia. Ya en Irán. No volveríamos a Van hasta unas semanas después, prometo hacer un post de la vuelta a Van.
La dictadura de la sonrisa
Siempre he rechazado el positivismo barato. El que minusvalora los hechos negativos y en su lugar instaura la dictadura de la sonrisa.
Ese “todo vale en defensa de la sonrisa, de la felicidad“. Qué barato es pronunciar algunas palabras, qué libres nos sentimos de utilizar la libertad, felicidad, muerte con arreglo a según qué corrientes.
Pues sí, yo soy de la opinión que la desgracia, el desamparo, la soledad, el malestar, el dolor, la pena, te están dando una oportunidad para hacerte más real, más humano. Para conseguirlo tienes que aguantar el chaparrón. Seguramente tendrás que pasear por el infierno, limpiarte las heridas, reflexionar en soledad, llorar. Pon la metáfora que más te guste, como si quieres que te cuente el cuento del ave fénix, que necesitaba morir para renacer de nuevo con energías renovadas y experiencia acumulada.
Y como aplicamos todo esto a la situación actual.
Escuchando al que no encuentra trabajo, al que le pegan por manifestarse, al que ya no tiene seguridad social, al que tiene que emigrar, al que han tirado de casa, al que pide para vivir, al que se ha des-independizado, al emprendedor quebrado, al empresario ahogado, al que quiere cambiar lo que te rodea y muere en los intento. Menos al que se cruza de brazos, a todos los demás. Y con toda esa experiencia, con esas malas experiencias, crear. En tu ámbito, en tu día a día, nunca dejar de construir, de andar, del “tira palante, coño”.
Porque para evitar que algo no te baje los brazos hay dos maneras:
- Evitas la carga que llevas encima.
- Te haces más fuerte que la carga que llevas encima.
Paseando por las américas
Hace unos 521 años una expedición financiada por la Reina Isabel la Católica partía de Palos de Frontera en busca de una nueva ruta para las indias. Los expedicionarios, dirigidos por un gallego-catalán-judío-postugués de apellido Colón y de nombre Cristobal llegaron a las actuales Bahamas hace 520 años.
Un tío con un par de narices Colón, un mercenario de la vida y de la aventura. Un señor de su época, tampoco nos vamos a engañar. Colón visitó en sus cuatro viajes al “nuevo mundo” las islas del Caribe, haciendo alguna expedición la actual Colombia.
Cuando Colón escuchó el “tierra a la vista” nadie podía intuir cómo iba a ser el devenir de las tierras descubiertas. Ahora, cualquier viajero que se adentra en Sudamérica o el Caribe tiene el deber de recordarlo. De navegar historias de hace muchos años, refrescar películas, novelas, leyendas, ritos y tradiciones.
En caso de no hacerlo corres el riesgo de no ver lo que está delante de tus ojos, de perderte la conversación o de ignorar. Por ejemplo, el otro día paseando por Lago de Sul, en el sur de la isla nos encontrábamos resto de una macumba, ritos de magia negra todavía presentes a varios minutos andando de una pequeña cascada, no muy famosa, no muy cercana, en medio de la selva subtropical en la que está ubicada esta isla de nombre cómico.
El resto es caminar…
Cuando se publique este post estaré caminando, espero, por el centro del continente, paseando desde Paraguay hasta Bolivia.
Hoy comienza el viaje
Con el estrés de última hora y con alguna cosa todavía por terminar, pero con el primer billete comprado y la maleta hecha, ya puedo afirmar que hoy comienza un viaje.
Comienza saliendo esta tarde a las 19:00 de Florianópolis con destinó a Foz de Iguazú.
La mochila no alcanza los 12 kilos y tres son de un pesado portátil que me acompaña por primera vez en un viaje. Atrás dejo una isla que me ha acogido durante 30 días. Una isla que como dicen aquí, es un oasis dentro de Brasil, un país con una proyección ilusionante y ritmo relajado. Maravillosa antítesis para los que, sin parar de trabajar, no queremos vivir para trabajar.
La ruta está sin dedicir, como las mejoras rutas, las hará el propio viaje. Tenemos plan B, C y D así que no hay por qué preocuparse. La primera parada es Foz de Iguazú, donde las grandes cascadas (cachoerias), después todo parece indicar que visitaremos la parte argentina y acabaremos en unos días en Asunción, Paraguay. No con mucho ánimo de demorar la marcha del país, aunque sí que dará tiempo a comprobar a pie de campo el ambiente político actual, con el reciente cambio de gobierno.
Paraguay seguramente sea país de paso antes de Bolivia, donde queremos pasear por Potosí, Uyuni y La Paz, quien sabe si Santa Cruz también nos alojará. Dicen que el Lago Titicaca separa Bolivia de Perú, comprobaremos si es así y si es tan romántico como parece cruzar una frontera en medio de un lago. En Perú tengo la sensación de que nos disfrazaremos de turistas e intentaremos llegar a Machu Picchu, dejando para otra ocasión la búsqueda de Ciudad Perdida… y alcanzando si todo va bien, la provincia de Acre (Brasil) para entonces ya habrán pasado unos 15 o 18 días que parecerán doscientos.
La realidad es que el hecho de cumplir esta “programación” será pura casualidad porque la experiencia dice que a mitad camino todo cambia y la ruta se modifica totalmente. Lo dicho, plan B, C y D 😉
Cuando lleguemos a Porto Velho, espero tener clara la continuación del trayecto, que todavía durará 15 días más y que también se antoja emocionante, aunque ya con conexión a Internet y con alguna que otra obligación diaria.
Preparando la maleta…
Si en otro post decía que la compra del billete marca el verdadero inicio de la realidad del viaje. Otro momento especial es preparar la maleta, sobretodo si te vas para mucho tiempo. En mi caso al-menos-dos-meses-y-medio es suficiente para ser considerado mucho.
Preparar la maleta es un proceso lento, en ocasiones muy lento. En él se mezclan un arcoiris de impulsos humanos, el racional -¿me hará falta?-, el material -¡me hará falta!- y el nostálgico -me hizo falta-. Continue reading “Preparando la maleta…”
La noche
Al día le llega el ocaso y hasta que rompa la mañana sólo quedará la noche.
Será una noche oscura, noctámbula, de esas en las que las cervezas te llevan donde llevan las cervezas y los sueños campan libres y se entremezclan entre sí y pareces incapaz de resolver qué es cierto y qué no. Continue reading “La noche”